Desde dentro, parece que brota algo

La práctica de Maya Pita-Romero se adscribe a lo que se puede llamar una convicción post-natural; Maya forma parte de una generación que ha crecido y ha desarrollado sus intereses dentro de la revolución tecnológica y que ha supuesto un cisma no solo en las artes visuales, sino básicamente en todo lo que nos rodea. Poco a poco, se ha ido constituyendo una especie de tradición compuesta de prácticas que indagan no solo el presente, sino también las posibilidades de futuro: ¿cómo serán nuestras vidas en el corto y medio plazo?

La obra de Maya nos atrae especialmente por la combinación de elementos tradicionales con las posibilidades conceptuales de una generación que da por sentado el fin de la era del homo sapiens como agente primordial de los ecosistemas, y que sin embargo, explora desde lo más estrictamente corporal. Por otro lado, nos resulta intrigante el riesgo de alejarse de lo canónicamente bello para incidir de una manera más profunda en lo que el arte puede significar más allá de lo decorativo y/o estético; si ya no somos el centro del universo, ¿qué hay más allá del arte que produjimos siéndolo? En la obra de Maya, podríamos equiparar lo estético con lo estático, y en respuesta a esa dicotomía, ha creado bifurcaciones dinámicas que van cambiando según los materiales, el espacio e incluso los elementos vivos que componen algunas de las obras –como los fermentos o la sangre. De esta manera, la obra muta y se desprende definitivamente del cuerpo de la artista, erigiendo su propio ecosistema, que no es impermeable y puede reaccionar a otros que la rodean.

Nos interesa enfrentarnos a la obra de Maya desde la pregunta ¿qué es el arte?, y que en este caso particular, también nos lleva a la de ¿para qué sirve el arte? Como hemos mencionado, la convicción post-natural es una que está en pleno desarrollo, y nuestro vínculo más sensato con las tesis que desarrollan las obras de Maya viene de una intersección generacional: entendemos que el arte actualmente no se conforma con ser un reflejo aséptico de lo que lo rodea, sino que ha tomado una cualidad activa que funciona como cohesión y entendimiento entre nuestras distintas generaciones. Sin embargo, también apreciamos la cualidad estética que nos ha dejado la tradición artística de hasta finales del siglo pasado; la conexión con la obra de Maya nos sirve de puente entre ambas tierras, la de un arte que se extiende y otro que se ancla. Porque de la misma manera, la artista mira a un pasado que no es suyo sino de sus antepasados, para entender cómo hemos llegado como humanidad hasta este momento, haciendo una extrapolación de su ecosistema más cercano (la familia) y pone de relieve la importancia del cuidado que como nos debemos y que posiblemente sea lo que nos salve del abismo desconocido después de haber dejado de ser el centro del universo. Las esculturas que vemos nos enfrentan a lo desagradable, construyéndose desde la ternura y lo ancestral del lecho materno (y el matriarcado), porque desde la práctica artística podemos entender que la humanidad (pre o post-natural) es un conjunto de dualidades que son intercambiables; de esta manera, el nacimiento significa dolor, la capacidad de engendrar significa sangre, la creación significa muerte, y todos estos elementos son reversibles hasta un infinito considerable.
De cierta manera, la evolución de la práctica de Maya nos sirve de guía para transitar otras distintas evoluciones: la humana, la artística, la natural. Lo conceptual de un futuro posible sigue entramándose con lo fundamental de lo formal en el arte en un tejido constante e interminable, como las mantas tejidas por su bisabuela que han servido para arropar a distintas generaciones y que ahora, en manos de la artista, se transforman en un tipo distinto de ropaje, uno que nos empuja a pensar en el pasado y el futuro, desde nuestro lugar actual y con todo lo que hemos vivido. ¿Qué utilidad tiene el arte si no es para esto?

2024
Exposición individual - Galería El Chico
Látex, textil, adelfas, luz led, dispositivos de audio, arena
Texto de El Chico
Fotos Goro Studio